viernes, 19 de abril de 2024

BUÑUELOS DE ALBARICOQUES

 

BUÑUELOS DE ALBARICOQUES

 


Buscando en el baúl de los recuerdos, he encontrado esta receta de mi madre, la cual nos lo hacía cuando era la temporada de albaricoques, a todos nos encantaba. El recuerdo de una madre de  hace tantos años, a la que le encantaba la cocina, y era de carbón de cok, casi todo el día entre ella y la Sra. Que le ayudaba en casa, estaban en la cocina. Recuerdos imborrables y sabores que vuelven  a despertar la nostalgia de aquellos tiempos.

No pongo cantidades, porque tampoco ella las tenía puesta en la nota, yo los he elaborado a ojo.

 

Elaboración

Dividir los albaricoques por la mitad, deshuesarlo, alinearlos en un plato o un bol, espolvoreados con azúcar y con brandy.

Dejamos macerar durante 30 minutos.

Ponemos harina en un bol, añadimos 3 yemas de huevo (reservando las claras), una cucharada de  aceite de oliva, la leche y una pizca de sal, batiendo siempre con una cuchara de madera, para obtener una mezcla homogénea y sin grumos.

Dejamos reposar la mezcla durante aproximadamente 1 hora.

Batimos las claras de huevo a punto de nieve fuerte hasta obtener picos rígidos, mezclamos con la masa anterior con movimientos envolventes muy suavemente hasta integrarla.

Sumergimos los albaricoques en la masa, luego en una sartén, con abundante aceite de oliva hirviendo, vamos echando los albaricoques, unos pocos cada vez dándoles la vuelta con la espumadera para que se hagan bien por todos lados...

Sacamos y colocamos sobre papel absorbente de cocina para quitarle el exceso de aceite, Luego los colocamos sobre un plato de servir y espolvoreamos con azúcar.

¡Buen provecho!

 

 

 

 

HUEVOS RELLENOS EL CALDERO NAZARI

 

HUEVOS RELLENOS EL CALDERO NAZARÍ

Ingredientes

6 Huevos frescos y grandes

100 gr de mayonesa

12 aceitunas partidas (aloreñas) sin hueso

3 Pepinillos en vinagre

12 Alcaparras

Vinagre

Pimienta negra recién molida

Tomates buenos  (huevos de toro, raff, etc...)

 

Elaboración

Hervimos los huevos en una olla con agua fría, llevamos a ebullición y dejamos cocinar lentamente 8 minutos. Sacamos y dejamos templar y después descascarillamos.

Cortamos los huevos en mitades longitudinalmente. Sacamos las yemas y picamos algo.

Ponemos en un bol la mayonesa, las aceitunas picadas (reservando algunas), las alcaparras picadas, los pepinillos bien picados, las yemas de huevo, un chorrito de vinagre y pimienta negra recién molida.

Mezclamos suavemente todos los ingredientes para que se integren bien con la mayonesa.

Lavamos los tomates, secamos y cortamos en rodajas, colocamos las rodajas en una fuente de servir, salpimentamos los tomates al gusto.

Rellenamos el hueco de las claras de los huevos con la mezcla de la mayonesa, y los vamos colocando sobre la fuente con la base de tomates, decoramos con las aceitunas reservados y algunas hojas de perejil (opcional).

¡Buen provecho!

 

APERITIVO DE PIMIENTO FRITO, ANCHOA, QUESO FRESCO Y ACEITUNA

 

APERITIVO DE PIMIENTO FRITO, ANCHOA, QUESO FRESCO Y ACEITUNA


Ingredientes

1 Baguette o una barra de pan cortada angularmente en rodajas

Pimientos frito, o asados

Queso fresco de cabra

Anchoas

Aceitunas sin huesos

 

Elaboración

Ponemos las rodajas de pan a tostar en la tostadora o bien en el horno precalentado.

Encima de cada rodaja de pan rociamos bien aceite de freír los pimientos si usáis pimientos fritos o aceite de las anchoas. También podéis hacerlo con un chorrito de aceite de oliva...

Colocamos encima de cada porción de pan un pimiento frito, sin pedúnculo ni semillas o un trozo de pimiento asado, encima colocamos un trozo  de queso fresco de cabra, una anchoa, y una aceituna, y lo sujetamos todo con un palillo de diente de madera.

Riquísimo para amenizar una charla con amigos, y una delicia para las papilas gustativas...

¡Buen provecho!

PESCADO REBOZADO Y PATATAS FRITAS CON SALSA TÁTARA PICANTE

 

PESCADO REBOZADO Y PATATAS FRITAS CON SALSA TÁRTARA PICANTE

Las migas de panko, hacen que este pescado y patatas fritas sean más crujientes, y no es pescado y patatas fritas sin salsa tártara. ¡Esta receta acida de tártara con cebollitas de coctel, es tan deliciosa que no querrás tomarla de otra manera!

Salsa tártara de cebolla coctel:

225 gr de mayonesa

1 y ½ Cucharada de alcaparras, picadas en trozos grandes

1 y ½ Cucharada de eneldo picado

½ Cucharadita de sal

1 Tarro de cebollitas cóctel picantes.

Pescado rebozado y patatas fritas:

500 gr de patatas grandes, peladas y cortadas en  gruesas

2 Cucharadas de aceite de oliva

2 Cucharaditas de sal

800 gr de filetes de pescado blanco firme sin piel

110 gr de harina

2 Huevos batidos

125 gr de pan rallado Panko

Aceite de oliva para freír poco profundo

 

Elaboración de la salsa tártara de cebolla cóctel picante

En un bol, mezclamos muy bien, la mayonesa, las alcaparras, el eneldo y la sal.

Escurrimos las cebollitas cóctel, reservando 2 cucharadas de salmuera. Picamos en trozos grandes ¾ de las cebollitas cóctel y agregamos a la  mayonesa, junto con la salmuera reservada. Mezclamos muy bien tapamos con papel film y guardamos en el frigorífico.

Pescado rebozado y patatas fritas:

Precalentamos el horno a 200º.

Cubrimos la bandeja del horno con  papel sulfurizado.

Mezclamos las patatas, el aceite y una cucharadita de sal y la colocamos en la bandeja del horno en una sola capa. Metemos en el horno y horneamos durante 25-30 minutos, o hasta que estén crujientes y bien cocidas.

Mientras tanto, cortamos el pescado en tiras largas. Combinamos la harina y una cucharadita de sal, mezclamos el pescado en la harina, sacudiendo el exceso de harina, pasamos por huevo batido y luego por pan rallado Panko.

Calentamos suficiente aceite para que suba 2 centímetros por los lados de una sartén grande. Freímos el pescado poco a poco durante 2-3 minutos por cada lado o hasta que lo veamos dorado y crujiente. Escurrimos sobre papel absorbente de cocina para quitarle el exceso de aceite.

Servimos el pescado crujiente con las patatas fritas y la salsa de cebollitas cóctel.

Servir con las cebollitas cóctel  enteras restantes.

¡Buen provecho!

TATAKI DE SALMÓN

 

TATAKI  DE SALMÓN


Una exquisita receta de salmón, fácil de elaborar y   que a todos gustara.

 

Ingredientes

1 Filete de salmón congelado por persona (o lomos individuales congelados)

Salsa de soja salada

Sésamo (ajonjolí)

Un poco de aceite para cocinar

 

Elaboración

Descongelamos suavemente los filetes de salmón, colocándolos en el frigorífico. Si los compras en bolsitas congeladas, puedes poner las bolsitas en remojo en agua fría).

Cuando el salmón esta descongelado, lo escurrimos bien, y lo dejamos marinar en un bol con la salsa de soja, durante 2 horas, si lo quieres de fuerte sabor, sino un poco de menos tiempo de marinar.

En una sartén muy caliente, con un poco de aceite de oliva, doramos los filetes de salmón durante 30 segundos por cada lado.

Ponemos el sésamo (ajonjolí) en un plato y pasamos los filetes de salmón por el sésamo, luego lo cortamos en filetes o tiras, ya según gusto.

Servir inmediatamente con  una ensalada.

¡Buen provecho!



EL PAPEL DE LA MUJER EN LA MÚSICA DE AL-ÁNDALUS

 

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA MÚSICA DE AL-ÁNDALUS

Mujeres esclavas, libres, transmisoras de tradiciones y educadoras de los hijos, así como su reflejo en la iconografía

Reynaldo Fernández Manzano – Es un medievalista, organista y musicólogo


Gracias a los Diccionarios biográficos, género histórico de gran tradición en el mundo islámico, conocemos a más de 116 mujeres en la cultura de al-Andalus. Recientemente mencionar los estudios de Mika Paraskeva (2016): Entre la música y el eros. Arte y vida de las cantoras en el Oriente medieval. El libro de las canciones Kitab al-agani. Mi artículo (2020) sobre El papel de la mujer en la música de al-Andalus, en el libro homenaje al catedrático José Antonio González Alcantud, y el completo y documentado libro de Manuela Cortés García (2022) Actividades artísticas de las mujeres andalusíes y moriscas, canto, instrumentación y danza, que tuve el honor de prologar.

Dentro de este colectivo podemos distinguir tres grandes grupos: las mujeres esclavas, las mujeres libresy la mujer y la cultura popular y cotidiana.

Se ha mitificado el papel de la mujer en al-Andalus en la literatura de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, considerando a la mujer en al-Andalus como una precursora -casi- del feminismo actual, culta y liberal. Ciertamente llegó a un grado de desarrollo mayor que en otras zonas del mundo medieval pero con bastantes limitaciones. Las esclavas no eran libres, pertenecían a sus amos, debían satisfacerlos física e intelectualmente. Una joven esclava que supiera cantar, tocar instrumentos, componer poemas, bailar, era mucho más apreciada que otra que careciera de estas cualidades, pero era para mostrarlas ante su señor o para que este presumiera de su poder y riqueza ante sus amigos -hombres- exhibiéndola, prestándola o vendiéndola. Gozaban de un estatus mejor que el resto de las esclavas, siendo las favoritas, pero cuando la juventud y belleza desaparecían su papel era diferente, encargándose del aprendizaje de otras esclavas jóvenes. También había escuelas de esclavas para así aumentar su valor a la hora de su venta.

Las mujeres libres, como muy bien indica Manuela Marín, con alguna excepción, habían recibido la formación de su padre, sus hermanos o su marido.

La mujer también jugó un papel destacado en la cultura popular, ritos nupciales, de nacimientos, etc., así como en los cantos y danzas que acompañan los ciclos festivos agrarios y religiosos y en la educación de los pequeños. La cultura amazing (o bereber) se transmitirá fundamentalmente por la memoria oral de los poetas y las mujeres, tan importante en al-Andalus y África.

En el terreno de la iconografía referida a Granada podemos destacar las pinturas de la casita árabe que se sitúa a la izquierda de la Torre de las Damas en los Jardines del Partal, descubiertas en 1908 al levantar los enlucidos de las paredes de una reducida habitación. Se pueden ver, en la parte baja, hombres y mujeres que se solazan con músicos y cantores, una tañedora de `ūd, otra de duff (adufe, pandereta) junto a cantantes. Según Antonio Fernández Puertas fueron realizadas en época de Yusuf I (1340-1350).

El amor ‘udrî y amor cortés se desarrolló tanto en el mundo islámico como en el cristiano con mutuas influencias y relaciones.

Al-Mu`tamid (1040-1069), rey de Sevilla, paseando un día a orillas del Guadalquivir con su amigo y amante Ibn `Ammâr de Silves o Abenamar (1031-1086) jugaban a improvisar poemas, entretenimiento extremadamente popular en la sociedad andalusí de la época. Al levantarse una ligera brisa sobre el río, dijo al-Mu‘tamid: «El viento tejiendo lorigas en las aguas». Ante lo cual esperaba la respuesta de su compañero. Sin embargo, Ibn Ammar no tuvo tiempo de responder puesto que ambos oyeron una voz femenina que completaba la rima: «¡Qué coraza si se helaran!». La voz correspondía a una muchacha escondida tras los juncos. Era una joven bellísima llamada Rumaikiyya, esclava de un arriero. Al-Mu‘tamid quedó inmediatamente enamorado, la llevó a su palacio y la hizo su esposa, tomando el nombre de Itamad. Cuando al-Mutamid fue depuesto, Rumaikiyya partió con él al exilio. La relación Al-Mu‘tamid y Rumaikiyya fue la fuente de numerosas historias, como la que aparece en el Libro de los ejemplos del Conde Lucanor y de Patronio, cuento XXX, De lo que aconteció al rey Abenabed de Sevilla con su mujer, Ramaiquía, obra de Don Juan Manuel.

Guillermo IX (1071-1127), Conde de Poitiers y Duque de Aquitania, será el primer trovador occidental del que nos ha quedado obra en lengua provenzal. En los años 1101 y 1102 participó tardíamente en la Primera Cruzada tras la caída de Jerusalén. Sostuvo varias guerras contra los condes de Tolosa. Fue excomulgado en dos ocasiones, una de ellas por abandonar a su esposa legítima y arrebatarle a la fuerza la mujer a su vasallo el vizconde de Châtellerault. Hizo adornar su escudo de guerra con la imagen de su mujer desnuda. Entre 1120 y 1123 combatió junto a Alfonso I el Batallador, su cuñado, para intentar conquistar a los musulmanes el reino de Valencia.

Guillermo IX, según Ramón Menéndez Pidal, se vería influenciado por la poesía y la música de al-Andalus, así como por el amor `udrī.

En la Alhambra de Granada, concretamente en la Sala de los Reyes, tenemos pinturas en las tres bóvedas realizadas para Muḥammad V, en donde se muestran escenas de caza, así un caballero cristiano ofrece un león a una dama islámica y un caballero musulmán caza a un jabalí para una dama cristiana a los pies del “Castillo del Amor”; un torneo a muerte entre un caballero cristiano y otro nazarí, bajo la mirada de unas doncellas en un castillo. Un caballero cristiano que lucha con un hombre salvaje que tiene secuestrada a una dama; una partida de ajedrez entre una dama y un caballero (que puede simbolizar compartir los secretos del amor); la fuente de la juventud y el famoso “Castillo del Amor”; junto a la representación de diez personajes hispanomusulmanes en la nave central.

Según investigaciones de Carmen Bernis Madrazo (1982) estas pinturas se realizaron a comienzos de 1380 en el estilo gótico lineal o franco gótico. Jesús Bermúdez Pareja (1987) se ocupó del tema en una interesante monografía. Antonio Fernández Puertas (2017) argumenta y ofrece datos para considerar que fueron realizadas probablemente por un pintor venido de la corte castellana de Juan I Trastámara.

 

 

jueves, 18 de abril de 2024

AL-ÁNDALUS, PARAÍSO CULINARIO

 

AL-ANDALUS PARAÍSO CULINARIO.


(711-1492) Al-Andalus es el nombre con el que se conoció a todas aquellas tierras, gobernadas por musulmanes, que habían formado parte del reino visigodo: la península Ibérica, la Septimania francesa y las Islas Baleares. De fronteras fluctuantes, según periodos, también llegó a comprender Marruecos.

Su zona este se denominó Xarq al-Andalus.

Cuando los musulmanes llegaron a la Hispania romanogoda, se encontraron con un panorama alimentario poco reconfortante. La tierra era pobre de recursos, y por tanto la alimentación escasa y poco variada; se basaba casi exclusivamente en el consumo de cereales y en la vid. Lo mismo sucedía en el resto de Europa donde el cultivo de frutas y hortalizas era prácticamente inexistente.

En base a esta situación, la política de los dirigentes Omeyas de al-Andalus, fue la de impulsar todo lo relacionado con el desarrollo agrícola, y los cambios que los musulmanes iban introduciendo en la agricultura hispano-goda, además de repercutir en los sistemas de cultivo y en los productos, provocaron una alteración sustancial en la alimentación. Frente a la clásica trilogía cristiana de trigo, carne y vino, los andalusíes crearon nuevos hábitos alimenticios en los que las verduras no fueron solo la base, sino el elemento imprescindible, bien a solas, bien acompañando las carnes, las sopas, el pescado, con una enorme cantidad de variantes en sus recetas. Los andalusíes podían consumir todo el año verduras y hortalizas frescas.

Las verduras, adquirieron por vez primera importancia por si mismas e introdujeron nuevas especies. Se cocinaban a modo de purés untuosos, como el de habas o guisantes, a modo de ensalada, o bien asadas y guisadas. Las ensaladas, a base de lechuga, berros, jaramagos, y toda clase de plantas comestibles silvestres, se aderezaban con aceite de oliva y se acompañaban de aceitunas, ya fueran verdes, previamente maceradas en salmuera con hierbas aromáticas, o negras, ya que, además de deliciosas, consideraban que estimulaban el apetito. Introdujeron, por ejemplo, las espinacas, los árabes la consideraban la reina de las verduras. Pasó a Europa a finales de la Edad Media, donde no tardó en imponerse.

Las legumbres, soja, garbanzos, lentejas y judías de toda clase, era un alimento considerado altamente nutritivo, se corregían las ventosidades que producen, mediante el uso del tomillo, orégano o comino. Por cierto, que el nombre original de las judías, «al-lubiya», se ha conservado en el País Vasco y en Sharq Al-Andalus.

En cuanto a las frutas, desde el siglo XI se daban en Al-Andalus prácticamente las mismas que hoy se encuentran en nuestros campos. Las frutas más consumidas eran la sandía, que provenía de Persia y del Yemen, el melón, del Jorasán, y la granada de Siria, convertida, en la imaginación colectiva, en el símbolo por excelencia de la España musulmana. A propósito, en el «Libro de Agricultura» de Ibn al-Awwám (siglos XII y XIII), traducido por Banqueri, AECI, Madrid, 1988, podemos leer una tradición del Profeta Muhammad sobre esta hermosa fruta, rescatada por este hacendado andalusí de la zona de Aljarafe, cerca de Sevilla: «Cuidad del granado; comed la granada, pues ella desvanece todo rencor y envidia».

Se aclimataron también, procedentes de otros lugares, el membrillo, el albaricoque, y un sinfín de frutos más.

Las especias, eran muy utilizadas en la cocina de al-Ándalus, se introdujo la canela, procedente de la China, así como el azafrán (az-za’faran, en persa safrón), el comino (kammún), la alcaravea, el jengibre, el sésamo (o ajonjolí), el cilantro, la nuez moscada y el anís (anisún). Estas especias, además de utilizarse como condimento en la elaboración de los diversos platos, eran exportadas fuera de al-Ándalus, al resto de Europa e incluso a Egipto y el Norte de África, lo que favorecía, entre otras cosas, el desarrollo de la economía.

El comercio de las especias, a las que tan aficionados había sido los árabes preislámicos, se intensificó, enriqueciendo la gastronomía andalusí hasta niveles desconocidos. De tal manera que nuestra cocina superó en calidades a la persa y bizantina, que eran el no va más de la época. El tono vital de aquellas sociedades y el floreciente comercio, trajeron la mostaza, el jengibre, la canela, la galanga, la nuez moscada, el clavo, el cardamomo, el comino, el azafrán, etc.

Las especias eran utilizadas en las cocinas andalusíes de forma habitual, según un manuscrito anónimo del siglo XIII: «El conocimiento del uso de las especias es la base principal en los platos de cocina, porque son el cimiento del cocinar y sobre él se edifica». Las más utilizadas fueron: el azafrán, la hierbabuena, el espliego, el comino, el cardamomo, la alcaravea, el orégano, el cilantro, el jengibre, la mostaza, la pimienta, la albahaca, el clavo, la nuez moscada, la ruda, la galanga, el perejil, la cayena, el anís, el ajonjolí….., por no citar más que algunas.

Con cilantro cocinaban la mayor parte de los platos, ya que además de apreciar su aroma, lo consideraban por sus propiedades digestivas. El comino se utilizaba en la elaboración de platos con vinagre y salsas sofritas, y también espolvoreado sobre huevos revueltos. El azafrán, era utilizado en la preparación de distintas carnes, y en especial de las famosas albóndigas. El orégano y la alcaravea eran considerados por sus propiedades carminativas, y se aconsejaba su uso en la preparación de las legumbres y de la col, ya que «disuelve ventosidades». La canela se utilizaba para la repostería, la preparación de las carnes guisadas y de volatería. El tomillo y el espliego se utilizaban principalmente para condimentar la caza.

Con la compleja alquimia de las especias se conseguían decenas de formas distintas de preparar la carne, así como el pescado o las mismas verduras, consiguiéndose una gama de sabores desconocidos en aquella época, y que daban fe de la refinada y exquisita gastronomía que se desarrolló en Al-Andalus.

Producto de esta incorporación de especias exóticas al consumo andalusí, fueron los «xarab» de donde proviene la palabra jarabe. El xarab era un cóctel de frutas, especias, flores y hierbas del más diverso perfume y sabor.

Otro de los innumerables vocablos heredados de la cultura andalusí es la palabra sorbete (del árabe sherbet). en los largos y calurosos veranos de Al-Andalus, se mitigaban los rigores del sol con esencias de flores y frutos, mezclados con agua fría o con hielo. Para ello (hablamos especialmente del reino de Granada), excavaban pozos de diez metros de profundidad, donde metían la nieve de Sulayr (Sierra Nevada), que les duraba hasta el mes de julio. Si el pozo era de veinte metros, el depósito de hielo duraba todo el año. Estas neveras de la época musulmana también se dieron en la zona de la Sharquía, queda un magnifico ejemplar en Xátiva, perfectamente conservado.

A los andalusíes debemos también la introducción de la caña de azúcar en Europa, que vino a sustituir a la miel en su función de edulcorante, aunque ésta continuó siendo siempre muy valorada. Como las especias, el azúcar tiene numerosas cualidades y ventajas, no siendo la menor de ellas su utilidad para mantener conservados durante algún tiempo unos alimentos tan frágiles y tan perecederos como las frutas, que en tanta abundancia y variedad conocieron los musulmanes en general. De su importancia debió de ser consciente el propio almirante Cristóbal Colón, quien llevó la caña de azúcar al continente americano en uno de sus primeros viajes.

En Europa hicieron fortuna -y lo siguen haciendo- las combinaciones de azúcar y frutas, en formas de jaleas, mermeladas, refrescos… que fueron recibiendo curiosos nombres de sabor oriental, como arropes (jarabe de mosto con trozos de fruta). del árabe rubb (zumo), jarabes y siropes del árabe sharáb (bebida), o sorbetes (del mismo origen, también incorporado al turco).

Los cereales, base de la alimentación de los andalusíes, eran utilizadas en forma, no sólo de pan, sino de gachas, sémolas y sopas. Se mejoraron las especies ya existentes, y se introdujeron otras nuevas como las reunidas en el tratado del geópono granadino al-Tignarí (siglos XI y XI), llamado Kitab Zuhrat al-bustán ua nuzhat al-adhan («Libro del esplendor del jardín y recreo de las mentes»): el trigo negro, el trigo rojo (al-ruyún), y el tunecino. De hecho existe una clase de trigo que no se consume habitualmente en nuestro país y sólo se encuentra en las tiendas especializadas en dietética, llamado «trigo sarraceno», que conserva íntegra su cáscara, y es de textura agradable y cremosa.

Entre las primeras tareas de las mujeres de la casa, constaba la de amasar una cantidad de harina suficiente para el pan de todo el día. Una vez hecha la masa, se colocaba encima de una tabla de madres y se tapaba con una servilleta; a continuación, se mandaba por medio de algún chiquillo a cocerlo al horno. Cada casa tenía una marca específica que imprimía en el pan, por la cual se sabía, una vez cocido, a quién pertenecía.

Con harina de trigo se elaboraba la pasta que, contrariamente a la creencia de que fue Marco Polo quien la introdujo en Occidente -trayéndola de la China-, procedía del Norte de África; aunque también es cierto que en China se elaboraba desde hacía tiempo, pasta de arroz.

Un plato muy popular eran los fideos («fidaws», del verbo «fidear»: crecer, extravasarse…). Se preparaban a base de una masa fluida de harina, que posteriormente se colocaba en un colador, presionándola hasta que se formaban los fideos a través de los agujeros, secándose posteriormente al sol. Se cocinaban con carne de cordero, o bien con leche y miel a modo de postre.

Otro producto hecho a base de pasta eran los macarrones («atriyya»), palabra de la que deriva «aletría», con la que se denomina todavía hoy en Murcia a los macarrones.

Pero sin duda la manera más apreciada de utilizar la harina de trigo, era en forma de sémola, con la preparación del famoso cuscús, plato de origen amazigh, que fue introducido por los almohades en el siglo XIII, y pronto se convirtió en uno de los más prestigiosos durante el reino nazarí de Granada.

La carne más consumida por los hispanomusulmanes era la de cordero, vaca, cabrito, conejo, así como todo tipo de volatería, y caza de venado, muy estimada por ellos. Se preparaba de mil maneras distintas, tanto asada, como guisada o frita. La tradición amazigh las guisaba con hinojo, berenjena, acelgas, espinacas, e incluso melón y pepino. Por el contrario la tradición oriental, las cocinaba con almendras, ciruelas, pistachos, trufas, dátiles, o alguna fruta como la cidra o el membrillo, con los que se obtenía una extraordinaria textura. ¡Todo ello bien especiado y aromatizado!

Con la carne triturada, se elaboraban unas famosas salchichas de cordero y vaca. Las albóndigas («al-bunduqa»: la avellana, la bola) provenían de Bagdad y eran muy habituales en Al-Andalus, todavía se conserva su receta como un clásico de nuestra cocina.

El pescado, era igualmente apreciado, tanto el de agua salada como el de agua dulce, si exceptuamos los que se crían en el cieno y en aguas estancadas. Se preparaban de distinta formas, frito en aceite de oliva, relleno con una masa a base de migas de pan y especias, guisado con nabos, en escabeche («iskabay», adobo realizado a base de vinagre y especias) y «almorí», que consistía en una pasta elaborada con harina, miel, sal, uvas pasas, avellanas y almendras trituradas, que servía para agregar y dar sabor a las salsas. Decía Ibn Zuhr (Avenzoar), que la mejor manera de todas, era escaldándolo en agua y poniéndolo a continuación en una cazuela de barro con un poco de aceite, vinagre y jengibre.

También los frutos secos y los productos lácteos eran muy utilizados y valorados, de lo que dejaron amplia constancia los dietólogos andalusíes Ibn Razi, Ibn al-Baytar, y al-Arbuli, entre otros. De la leche se aprovechaba todo, elaborándose una espesa mantequilla que a menudo se batía con sal, con el propósito de conservarla mejor. También se estimaba el queso tierno, y un modo muy usual de tomarla era cuajada, lo cual se conseguía, como explicaba Ibn Razi, agregándole cuajo de cabra. Se servía fresca y acompañada de miel.

Tanto la corte como el pueblo, eran amantes de los placeres que la imaginación y los bienes que la tierra proporcionaban. La disponibilidad de muchos productos en cualquier momento, motivó la aparición de una literatura culinaria, que, por otra parte, era reflejo de una sociedad que tenía una cocina rica y variada.

Varios hitos marcaron el «arte de la buena mesa» andalusí; en el siglo IX, con la llegada a Al-Andalus del kurdo «Ziryab», procedente de Bagdad, se estableció el orden determinado en que los platos se servían a la mesa, tal y como hoy lo conocemos: primero sopas y caldos, después entremeses, pescados y carnes, y finalmente, los postres…. suprimiendo el modo caótico y desordenado en que se servían los manjares hasta entonces. Fue también él quien introdujo el uso de la cuchara y de las copas en la mesa.

Uno de los aspectos en que mejor se ha conservado la influencia andalusí en nuestra cocina es en la repostería, dulces de almendras, pistachos y delicados piñones rociados con agua de azahar y e rosas y embebido en miel transparente y dorada, hojaldres, masa-quebradas espolvoreadas con azúcar fino y semillas de ajonjolí (sésamo), con aceite de almendra dulce, o de sésamo.

En Al-Andalus encontramos dos grandes grupos de dulces, ligados a los procesos básicos de elaboración: fritura y horneado; no obstante, también se daban otras formas combinadas o intermedias. A nivel popular los más consumidos eran los fritos, las frutas de sartén, especialmente los buñuelos y las almojábanas.

Las almojábanas eran una tortas blancas de queso, preparadas de la misma forma que los buñuelos: se amasaba harina con agua hervida y aceite y se le añadía leche hasta formar una pasta; tras esta operación se freían y, finalmente, se metían en miel. La única distinción entre ambos dulces, era la forma geométrica de los mismos y la capa de queso que se ponía en medio de la masa de las almojábanas.

Del carácter eminentemente popular de ambos dulces dan sobrada cuenta las múltiples amonestaciones de los almotacenes andalusíes a quienes los preparaban en los zocos, con el fin de evitar fraudes, al mismo tiempo que les indicaban la forma correcta de elaborarlos. En este sentido se pronuncian los almotacenes Ibn `Abd al-Ra´üf, al Saqatï e Ibn `Abdün:

«El queso de las almojábanas tiene que lavarse; las sartenes para freír buñuelos y almojábanas estarán estañadas, porque el cobre con el aceite cría cardenillo, que es muy venenoso»

«Los buñuelos hay que freír en un buen aceite de oliva, no poniendo en su masa más que agua hervida»

Los buñuelos se preparaban y consumían bastante en los zocos, por lo que encontramos una información muy detallada en los tratados de hisba. El almocatén al-Saqatï presenta la proporción correcta de sus ingredientes; también son mencionados con detalle por Ibn `Abdün.

Estos buñuelos, con muy pocas variaciones, se siguen elaborando en el norte de África: Túnez y Marruecos y en España: Valencia y Jerez, en la zona jerezana se preparan unos «buñuelos enmelados», mientas que en Valencia son azucarados.

Otro gran grupo son los que podríamos llamar «dulce puros», donde aparecen los turrones, los mazapanes, caramelos blandos y duros, merengues, etc. Las materias primas eran, aparte de la miel y el azúcar, almidón en polvo, aceite, frutos secos de corteza dura, a veces huevos y/o leche y, a menudo, productos aromáticos y especias.

Los tratados de cocina y de hisba mencionan algunas de estas variedades de dulces, entre las que podemos reconocer ciertos tipos -o precedentes- de turrón. Sobre el origen de este dulce y su conexión con la gastronomía andalusí, existe una amplia bibliografía, podemos decir que el «dulce blanco» que mencionan los textos andalusíes, o base actual del turrón, se había difundido por todo Al-Andalus y era conocido antes de que los repobladores catalano-aragoneses entraran en la zona valenciana (Sharq Al-Andalus), aunque su actual nombre no tiene ninguna relación con el árabe. Fue Enrique de Villena quien en 1421 utiliza por primera vez el nombre turrón, adaptándolo al castellano a partir del «torró».

Ruperto de Nola da las recetas de bastantes dulces de origen árabe: «almendradas», «mazapanes», «empanadas de azúcar fino», «toronjas de Xátiva», aparte de otras de origen morisco que recoge la literatura de esta época (siglos XVI y XVII).

Se conocen documentos que constatan envíos, a partir de 1420, de grandes partidas de dulces y confites a diversos reyes aragoneses -Alfonso V- y castellanos -R. Católicos- elaborados por confiteros valencianos; igual sucede entre los nobles y cortesanos. También se constata a través de ellos que no hay fiestas dignas sin dulces – confeccionados a base de especias y frutas exóticas- que son el complemento indispensable de todo los regocijos y las grandes celebraciones, por lo que no podemos olvidar el papel que desempeñaron los moriscos en la conservación y transmisión de muy diversos aspectos de la vida andalusí, en este caso en concreto, en el «comer dulces».

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA:

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    • El jardín científico. Centro Virtual Cervantes. El jardín andalusí. Instituto Cervantes (España), 2004-2019
    • Historia General de la Farmacia. El medicamento a través del tiempo. Ediciones Sol. Madrid 1986. ISBN: 86624-00-2.
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